Tristeza, indignación e impotencia es lo que siente uno cada vez que ve las consecuencias de la falta de interés de los responsables de la seguridad de este municipio.
Esa vez la pena es doble porque la víctima cuenta con solo doce años de edad y el hecho ocurrió en la que posiblemente era la playa más segura del municipio (cuando había socorristas) y en una hora en la que estos deberían estar prestando el servicio.
Es indignante que desde que la empresa presentara concurso de acreedores voluntario hace más de un año y medio nadie ha sido capaz de liquidarla y restablecer la normalidad del servicio.
Entre políticos, personal de confianza, jueces y administradores (que curiosamente si cobran y bastante bien para que estas cosas no sucedan) no han conseguido arreglar este desaguisado que ellos mismos crearon.
Mientras las consecuencias las siguen pagando los mismos: los habitantes y turistas que sufren a diario las incomodidades y peligrosidad de la situación, y los trabajadores que por mucha vocación de ayuda que puedan tener después de catorce meses sin cobrar han tenido que dejar de preocuparse de las vidas de los otros para hacerlo con las suyas propias.
Desde este blog y de parte de todo el colectivo y muchos allegados deseamos con todas nuestras fuerzas que el desenlace de este último accidente quede en un susto de campeonato y otra familia más desengañada de las maravillas de nuestra isla.
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